No soy la primera (y probablemente tampoco seré la última) a rememorar mi paso por Barcelona y el Penyafort como una de las mejores etapas de mi vida.
Durante cinco años, el Penya fue mi segunda casa. Y más allá de todos los aspectos prácticos (¡que no son pocos!) que hacen del colegio mayor un entorno ideal para un estudiante universitario, mis mejores recuerdos me los llevo de la vertiente humana que el cole ofrece.
Para empezar, el privilegio de convivir con gente de procedencia, horizontes, opiniones e intereses de lo más variado. La de tertulias en el puente que sabías cuando empezaban pero nunca cuando acabarían… Amistades forjadas que más de diez años después de haber dejado Barcelona (y España) siguen ahí.
También tengo un recuerdo particular de la cantidad (y la diversidad) de actividades y servicios, organizados por y para los colegiales (el que se aburre en el cole es porque quiere). Guardo con un cariño particular las horas pasadas en la coral, los MontseRock/PenyaRock y también el valeroso intento (fallido) de enseñarme a tocar la guitarra, aunque la guitarra en cuestión sigue viva.
Los azares de la vida me han llevado a seguir conectada con el mundo universitario, pero desde hace casi cuatro años lo hago desde el otro lado de la barrera, como profesora en la universidad Joseph Fourier de Grenoble (Francia)
Uno mi voz a todas las demás de la comunidad: si aterrizáis por Grenoble, estoy a vuestra disposición.